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domingo, 16 de mayo de 2010

El Día de la Madre

No es hoy, es todos los días, pero un día como hoy lo celebramos como todos los años con más conciencia de lo mucho que significa la madre, ese ser que todo lo da y nada pide a sus hijos, esa que, a menudo y en silencio, sacrifica su propia felicidad personal para invertirse en cuerpo y alma en hacer lo imposible para que sus hijos sean felices.

El equipo de DE FRENTE, en un intenso abrazo, se suma a todos los seres que rinden homenaje a la madre en este día y siempre, culto que se hace infinitamente más merecedor porque debe ir acompañado inseparablemente por el amor a la mujer toda y a esas otras madres como son la naturaleza, el agua, la tierra, la luna y las estrellas.

Somos concientes de que no es suficiente la celebración anual, y creemos que lo justo y correcto es que todas las madres de Paraguay y del mundo, cada día del año tengan muchos testimonios del reconocimiento a su importancia, el que tiene que expresarse con un beso en cualquier momento y con muestras concretas de cariño en el curso de toda jornada.

Muy importante es manifestar el amor por la madre, pero esa expresión, por más sincera que sea, es poca cosa si esa mujer que nos dio vida, no disfruta de bienestar y de armonía familiar y social, de la tranquilidad de ver a sus vástagos crecer con decencia y con la capacitación profesional suficiente para hacerlos mujeres y hombres libres, para lo cual es imprescindible la educación, que no siempre es sólo instrucción, ni titulación, si ello no está avalado por el diploma de ser una persona de sólidos principios éticos, sellados en cada uno de sus actos con dignidad.

Una cosa es la celebración del Día de la Madre en un hogar sin carencias materiales, situación que no siempre es garantía de amor, y otra muy difícil es celebrarlo en medio de la miseria, en la que están postradas miles de millones de familias en todo el planeta y cuya primera víctima es la madre, y la mujer desde su más tierna infancia.

En la pobreza, por lo general, el deseo de agraciar a la madre con un regalo, se ve frustrado por la urgencia del triste presente de buscar qué comer, con qué abrigarse, con qué alimentar a los bebés, con qué medios hacer que sus hijos estudien, con qué recursos evitar que los adolescentes se contagien de vicios, del alcoholismo, de la drogadicción.

En suma, es muy diferente la celebración, según el sitio que cada uno ocupe en la sociedad y en su división económica, social, cultural, política y profesional.

Sin duda que la pobreza habitualmente cierra filas entre los familiares, y teje hilos solidarios en la búsqueda común de resolver urgencias, pero está muy claro que la miseria desplaza muchas veces el homenaje sentimental, lleno de emotividad a quien más lo merece, porque resolver lo más inmediato, lo urgente, reclama otras atenciones.

A diario vemos que, absurdamente, intereses mezquinos abren grietas entre miembros de un mismo nido de una familia enriquecida, y ello también minimiza y anula la expresión de los reflejos más hondos de amor que merece recibir la madre.

El mejor homenaje a la madre, a esa mujer hacedora de vida, lo hará la comunidad humana toda, sin fronteras chicas ni grandes, el día que la justicia social impere sobre la tierra y cuando todos seamos capaces de querer, amar, cuidar, proteger y alimentar a esa otra gran madre que es la naturaleza.

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