No hay una sóla palabra que abarque
Tu inmensidad, mamá.
Sólo sé que te olvidaste de ti misma,
Para prodigarte afanosamente
A tus retoños
Miles de tus desvelos y esperanzas,
Acunaron sueños a veces sobresaltados
Por el delirio febril o el terror a los fantasmas
Muchas veces temiste por sus vidas,
Que es la tuya,
conduciendo el timón con excelencia
No quiero rendirte homenaje sólo en un día prefijado,
Sino tenerte la primavera de cada día,
Con el regalo mañanero de una rosa fresca
Cuando el alba llega
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